¿Cómo hacer que mi
hijo deje el pañal
?Lo primero que deben reconocer los padres a la hora de enseñar a su hijo a
dejar el pañal,
son las señales físicas y psicológicas que el pequeño manifiesta para saber si ya está listo para hacerlo. Estas señales empiezan a manifestarse a partir de los 2 años en el caso de las niñas y, a partir de los 2 años y medio, en el de los niños. Por supuesto, estos límites de edad son tan solo una referencia, porque bien sabemos que cada niño tiene un ritmo diferente.¿Pero cuáles son estas señales y cómo reconocerlas? La señal física se reconoce cuando la micción (la orina) de los pequeños es prolongada; esto nos permite saber que los niños, al menos, en el aspecto fisiológico están listo para dar el paso. En lo psicológico, la señal característica para saber cuándo están listos, será cuando los pequeños empiecen a manifestar su incomodidad al ensuciarse con la defecación o la micción. Para ello se necesitará
dejarlos sin pañal unos días
antes de empezar el proceso.Es muy importante que no se presione al niño para que deje el pañal antes de estar listo, pues la madurez física y psicológica son las condiciones necesarias para no producir un estrés innecesario, que pueda originar secuelas dolorosas en los pequeños. Una vez que el niño o la niña estén listo, los padres deberán empezar el proceso con mucha paciencia, que en el mejor de los casos durará entre dos y tres semanas.
También será importante, al inicio del camino para dejar el pañal, que los
niños se familiaricen con el uso el escusado.
En ocasiones, a los niños les sobreviene un temor natural a sentarse solos en él, por lo que es recomendable, para ahuyentar sus temores, por ejemplo, que antes de hacerlo ellos por su cuenta, puedan ver a sus padres sentarse con naturalidad en el servicio higiénico. También se pueden utilizar ciertas estrategias lúdicas, por ejemplo, ubicar una silla delante del escusado, y empezar a intercambiar posiciones, a modo de juego.
El primer paso en el proceso será identificar la rutina natural que el niño tiene para evacuar. Será importante entonces prestar atención a los tiempos que el niño se toma para hacer sus necesidades, es decir, cada cuánto tiempo el pequeño manifiesta su necesidad para orinar o defecar.
Cuando ya se haya identificado el ritmo con el que el pequeño se desocupa, el adulto podrá entonces con mucho tino conducir al pequeño a hacerlo en la bacenilla o en el escusado. Por supuesto, al inicio del proceso tendrá que hacerlo poco después de que el niño presente las primeras señales de su necesidad fisiológica. Luego ya podrá hacerlo anticipándose a las señales, para que el niño, a modo reflejo, se desocupe cuando se lo lleve al baño, eso sí, considerando los tiempos en que se presentan sus ritmos de evacuación.
Es importante insistir en que este proceso debe ser lo más espontáneo, dentro de lo posible. No ejercer ningún tipo de presión, a lo mucho, sugerir, persuadir sutilmente, con estrategias como abrir el grifo del agua para estimular la micción. De ahí que la identificación de los ritmos naturales de evacuación de los niños sea fundamental para que el camino para dejar el pañal sea lo menos invasivo posible.
Entre semana, probablemente, el adulto cumple otras obligaciones que le impiden acompañar al pequeño todo el día, por lo que se recomienda que la observación que se realice con el objetivo de identificar los ciclos en que los
niños orinan y defecan
se deberá realizar los fines de semana.Otra estrategia eficiente a la hora de acostumbrar al pequeño a desocuparse en el escusado o en la bacenilla será el de enseñar a nombrar la evacuación: tanto la micción como la defecación, de tal forma que luego de unos días pueda nombrar su necesidad apenas la sienta venir. Por ejemplo, a orinar se le podría asociar la palabra “pis” y a defecar, la palabra “popó”. Cuando esto no suceda el adulto deberá insistir con mucho tino que el niño avise con tiempo su necesidad, utilizando estas palabras.
Por el contrario, cuando el pequeño avise con tiempo, habrá que premiarlo con alguna recompensa para que empiece a asociar la acción de la evacuación con un estímulo positivo.
En las noches, una vez que se haya identificado el ritmo “natural” del niño, además de bajar la cantidad de ingesta de líquidos, habrá que llevarlo al escusado, intentando no despertarlo del todo para que pueda hacerlo sin inconveniente, ni genere una reacción negativa.
El control de los esfínteres
es un proceso natural, esto no hay como perder de vista, por lo tanto, tarde o temprano el pequeño aprenderá a hacerlo. Sin embargo, del adulto dependerá de que este proceso se lleve de modo natural y exitoso.