Solo 3 de cada 10 adultos ecuatorianos poseen conocimientos financieros básicos. Dicho de otro modo, cerca del 70% de la población no comprende conceptos financieros elementales. Por ejemplo, menos del 30% de los ecuatorianos sabe calcular un interés, un indicador fundamental para entender préstamos o ahorros. Esta proporción ha disminuido en los últimos años, evidenciando un estancamiento o retroceso en la educación financiera general.
Frente a este panorama, fortalecer la educación financiera tanto en el hogar como en el sistema educativo es clave para mejorar la situación a mediano y largo plazo. Numerosos expertos coinciden en que la solución pasa por inculcar desde edades tempranas las habilidades financieras, de modo que las nuevas generaciones adquieran hábitos distintos. A continuación, se evalúa cómo la implementación de programas educativos – ya sea por iniciativa de los padres en casa o de manera formal en las escuelas – puede marcar la diferencia:
Padres como primeros educadores financieros: Dado que los niños forman hábitos antes de los 7 años gohenry.com, la familia juega un rol fundamental. Los padres y cuidadores tienen en sus actividades diarias múltiples oportunidades de enseñar sobre dinero. Algo tan sencillo como incluir a los hijos en conversaciones sobre presupuesto familiar (“vamos al mercado con $20, veamos cómo gastarlos inteligentemente”) o mostrarles cómo se ahorra para las vacaciones, va creando conciencia.
No hay que esperar a que el colegio imparta una clase formal – de hecho, repetir mensajes financieros en las situaciones cotidianas es una de las estrategias más efectivas. Al normalizar el tema del dinero en casa (hablar de ello abiertamente, con un enfoque positivo), se elimina el tabú y los niños crecen entendiendo su relevancia. Padres que enseñan a sus hijos con el ejemplo – ahorrando, comparando precios, pagando deudas a tiempo – sientan bases que difícilmente la escuela por sí sola podría lograr.
La investigación demuestra que cuando un niño recibe orientación financiera en el hogar, es más probable que desarrolle hábitos saludables a futurofundssociety.com. En otras palabras, los padres tienen poder real para moldear las conductas financieras de sus hijos, por encima de cualquier otra influencia.
Programas escolares de educación financiera: Incluir la educación financiera en el currículo escolar garantiza llegar a todos, incluso a quienes en casa no reciben esas lecciones. La experiencia internacional muestra resultados prometedores. Países que han incorporado materias de finanzas personales en primaria o secundaria reportan jóvenes mejor preparados para la vida adulta en temas como ahorro, uso de créditos y prevención de fraudes. Por ejemplo, en España se impulsa el Plan Nacional de Educación Financiera 2022–2025, reconociendo la necesidad de formar a los estudiantes en este ámbito desde temprano.
En Ecuador, a partir de 2023 se cuenta por primera vez con una Estrategia Nacional de Inclusión y Educación Financiera, fruto de esfuerzos de años por parte de organizaciones como la Red de Instituciones Financieras de Desarrollo. Esta estrategia busca articular al sector público, privado y educativo para promover conocimientos financieros en diferentes grupos poblacionales. Implementar programas en escuelas primarias y secundarias – con contenidos adaptados a cada nivel, desde juegos en básica hasta proyectos prácticos en bachillerato – podría en unos años traducirse en una población joven más consciente y hábil en el manejo de su dinero. La OCDE y otros organismos recomiendan que la educación financiera sea tan esencial como aprender matemáticas o ciencias, dado su impacto en la calidad de vida futura.
Metodologías efectivas en entornos educativos: Tanto en casa como en la escuela, está comprobado que los niños aprenden mejor haciendo y jugando. Por ello, la metodología ideal combina teoría + práctica lúdica. Un programa escolar, por ejemplo, puede enseñar qué es un presupuesto y luego retar a los alumnos a simular uno con un juego de rol (recibiendo “salario” ficticio y administrándolo por un mes simulado). Los resultados en otros países indican que cuando los estudiantes experimentan de forma interactiva las consecuencias de ahorrar o malgastar, internalizan mucho más las lecciones. Además, involucrar a los estudiantes en proyectos de emprendimiento escolar (como ferias donde ellos montan mini-negocios) promueve un aprendizaje vivencial. Ecuador puede beneficiarse de adaptar estas metodologías: ya hay iniciativas piloto de inclusión financiera escolar apoyadas por organismos internacionales, que podrían escalarse. También sería útil capacitar a los docentes en estos temas, para que se sientan cómodos enseñándolos.
Impacto a futuro de una población financieramente educada: Si desde el hogar y la escuela logramos formar niños financieramente competentes, los beneficios a largo plazo serían significativos. Mejoraría la capacidad de ahorro nacional, porque personas habituadas a guardar desde niñas tenderán a continuar haciéndolo de adultas. Aumentaría la utilización responsable de servicios financieros: más ciudadanos entenderían cómo funcionan las cuentas, créditos y seguros, y los usarían estratégicamente (evitando sobreendeudarse, escogiendo créditos con tasas favorables, asegurando sus bienes, etc.).
Esto, a su vez, contribuiría a reducir problemas sociales como el endeudamiento crónico de los hogares, la dependencia de prestamistas informales o la quiebra por gastos imprevistos. Habría también un efecto en el emprendimiento y la inversión: jóvenes con conocimientos financieros estarían más dispuestos a emprender negocios o invertir sus ahorros, impulsando el desarrollo económico. Incluso en términos de bienestar emocional, se sabe que la falta de control financiero causa estrés en las familias.
La necesidad de un enfoque colaborativo (estado, familia, sector privado): Ningún actor por sí solo puede lograr un cambio tan amplio. Especialistas locales enfatizan que los esfuerzos deben venir de múltiples frentes: “no pueden venir solo del sector bancario... es necesario implementar una política pública que articule al sector de la educación, entidades públicas e incluso ONG”
Esto implica que el gobierno debe liderar con políticas educativas que incluyan la materia financiera; las instituciones educativas deben abrir espacio en sus mallas; las empresas (bancos, cooperativas) pueden aportar con materiales, programas de voluntariado y recursos didácticos; y las familias, como ya mencionamos, cumplen un rol insustituible reforzando diariamente lo aprendido. En Ecuador, la nueva estrategia nacional mencionada intenta justamente esa articulación. Si se logra llevar a la práctica en los próximos años – capacitando docentes, distribuyendo contenidos para padres, haciendo campañas masivas de concientización – podríamos ver mejoras tangibles en los indicadores: más gente bancarizada, mayor porcentaje entendiendo intereses, incremento del índice de educación financiera y, sobre todo, ciudadanos empoderados para tomar decisiones económicas informadas.